Estamos en
medio de grandes transformaciones. Movimientos sísmicos de una sociedad que
parece quebrarse ante conflictos que lo aterraran: la “crisis de la educación”.
Crisis de la escuela y del aula, crisis del lugar del docente, crisis de lo que
se entiende por “alumno”.
El cruce entre
sociedades de control y tecnologías de información estalla precisamente en la
escuela y reconfigura las funciones de la institución educativa. La autoridad
del docente se ve opacada por la seducción de la imagen encarnada en figuras
mediáticas, ídolos y estrellas, efímeras o permanentes, emitidos por los medios
de comunicación y por Internet. El tiempo y el espacio del aula no pueden
aislarse del exterior; ahora las tecnologías de información hacen que se pase
del tiempo lineal a la velocidad y del espacio material al espacio virtual.
En
consecuencia, la actividad docente clásica, centrada en una actuación sobre la
conciencia y sus tecnologías afines (la escritura, por ejemplo), pierde
eficacia frente a una subjetividad, la del alumno, interpelada por los medios y
las tecnologías desde su percepción.
Para Jesús
Martin-Barbero, la escuela atraviesa grandes defasajes que la han llevado a
caer en lo que hoy se tilda por “crisis”. El autor argumenta que la institución
educativa moderna vive colocándose a la defensiva de los nuevos procesos de
comunicación que hoy dinamizan a la sociedad, negándose a aceptar el
descentramiento cultural que hoy atraviesa el libro.
En este
entramado que inaugura nuevos escenarios y dispositivos de diálogo, hay un
oficio que también deberá recapitularse, ya que en esta envergadura de
resistencias y cambios, exige un nuevo modo de leer, así como también, una
nueva forma de apropiarse críticamente de los contenidos.
Sin embargo,
será también quien deba comprender que las nuevas tecnologías de la
comunicación y la información no deberán ser ni de condicionamiento ni de
identificación, sino de estructuración del pensamiento. En tanto, será la
escuela quien tenga en el desafío de comprender que la mera introducción de
medios y tecnologías puede ser un gran error si se lo hace para ocultar la
dificultad de insertarse al nuevo panorama comunicativo. No se trata de llenar
de computadoras y televisores la escuela, ya que ello sería una efímera modernización
tecnológica que no tendría sentido sin la apropiación de las nuevas formas de
transmisión y circulación de saberes, sino que se trata de generar un proceso
de aprendizaje que enfrasque el rigor de pensar, analizar y criticar, sin que
haya que renuncias a crear y divertirse.
Este es un
gran reto cultural para la escuela (y docentes), que busca reducir (o eliminar)
la brecha cada vez más ancha entre la cultura que enseñan los maestros y desde
la que aprenden los alumnos. De superar los retos que la nueva sociedad
propone, tendremos que comenzar a pensar en un uso creativamente pedagógico y
crítico de los medios, en el cual el docente tendrá como objetivo principal el
encuentro, y ya no será su tarea la mera transmisión de saberes, sino que
deberá convertirse en un educador formulador de problemas, interrogantes,
coordinador de equipos, sintetizador de experiencia.
El sociólogo
catalán Manuel Castells, en su texto Internet y sociedad redactado con motivo
de recibir el doctorado Honoris Causa en la Universidad de Costa Rica, dice que
“encontramos algo también banal pero que tiene enormes consecuencias
pedagógicas y es que Internet desarrolla extraordinariamente la capacidad de
combinatoria y de aprendizaje de los alumnos de primaria y secundaria pero a
condición de que se den tres cosas fundamentales: primero, que los maestros y
profesores sean capaces de funcionar en ese contexto; segundo, que haya
Internet, pero no que haya Internet en una aula de informática cerrada con
llave como suele ocurrir en la mayoría de las escuelas, sino que haya Internet
en las aulas; y tercero, esto es lo más difícil, que el currículo escolar se
adapte a la nueva pedagogía de funcionamiento por Internet. Por ejemplo, la
supresión de los libros de texto.”
Pensar en las
TIC’s en la educación formal, requiere reconocer a un maestro con una mayor
capacidad de búsqueda de información y, por lo tanto, de códigos culturales
para saber de qué es la información, dónde está, para qué se puede utilizar, e
incluso algunas especificidades de tecnología. Esto no significa pensar en
docentes “técnicos”, sino en docentes preparados para orientar a sus alumnos,
interesados en implementar nuevas formas de enseñar, por ejemplo, a través de
medios audiovisuales.
Yanina C.