Si
como mantiene Geertz (1988: 97), toda cultura desarrolla recursos simbólicos
para contener su identidad dentro de un orden regular y significativo, entonces
cabe sostener que situaciones como las de aburrimiento, resistencia,
insoportabilidad de lo escolar, violencia... abren la identidad cultural de la
escuela al desconcierto de lo ininteligible, del sufrimiento sin sentido y de
la servidumbre carente de razón moral. En efecto, el sin sentido de cierto
orden escolar pone en juego la identidad de esa institución llamada escuela.
Planteado así, el verdadero problema no atañe a las personas en sí. Yerran, por
tanto, quienes "patologizan" a la violencia y la convierten en asunto
que de antemano criminaliza a un individuo "por lo que es", por su
"personalidad agresiva y violenta". El problema que planteamos ha de
dirigirse, entonces, a la necesidad de reconstruir los procesos que organizan
la experiencia escolar y recodifican la pluralidad de las relaciones escolares.
Es otro, por tanto, el reto ha atender. No el de la obsesión de la
administración y gestión del control social mediante la patologización y
eliminación del riesgo. Se trata, por el contrario, de avanzar en la
construcción de una racionalidad que nos ayude a pensar y hacer unas formas
escolares que sean valoradas en su potencialidad de escapar de los controles
burocráticos y del encuadramiento normalizador del pensamiento y del deseo. Una
escolaridad que haga suyo el presupuesto de autonomía y así apueste por el
acontecimiento y el porvenir de lo inédito (Larrosa, 2001), por la posibilidad
de ser, en común, diferentes y singulares (Jódar, 1999). De este modo, quizá,
los procesos de organizar la vida escolar avancen en el proyecto de reinventar
la democracia y reconquistar espacios comunitarios de libertad, diálogo y
deseo. Así, a caso, se llegue a plantear con mayor agudeza el problema del
poder y, a su vez, se experimenten, tal vez, nuevas formas de hacer y pensar
política escolar.
Escuela, aburrimiento y rebeldía. Lucía Gómez y Francisco J. Jódar
Athenea Digital, núm. 2: 18-29 (otoño 2002)
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ResponderEliminarEs muy cierto y real que a veces se ponen en juego la identidad de algunas instituciones y no se ve o no se charla la forma de reveer o de anular los problemas, estaría muy bueno que allá lugares,como dice el texto espacios de libertad, dialogo y deseo para platear problemas y mejorar la convivencia, para la mejor enseñanza. Y así levantar la identidad de cada institución.pamela.
ResponderEliminarTodo lo que no hay, es nuestro deber construirlo, de a poquito, lentamente pero sin quedarnos quietos ni callados... Mi deseo con Uds. como nuevas generaciones de maestros, vayan marcando la diferencia, vayan mejorando el sistema con firmeza...
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